Leer entrena la mente para comprender matices, construir criterio y resistir la desinformación, señala Luis Castro Obregón.Leer entrena la mente para comprender matices, construir criterio y resistir la desinformación, señala Luis Castro Obregón.

Guía para sobrevivir en 2026. Diez propósitos

El primer cuarto del siglo del tercer milenio concluye, en 2025, con un saldo inquietante: alrededor de 50 conflictos armados activos en el mundo. Desde la invasión militar rusa a Ucrania (con un plan de paz cercenante), el genocidio en Gaza (con una paz simulada) y decenas de situaciones críticas, casi tan graves, en otros confines del planeta.

A la vez, asistimos al despliegue de una nueva doctrina de seguridad estadounidense, el corolario Trump, y a una nueva escalada bélica, lo mismo comercial que armamentista nuclear. En América Latina, se aceleran presiones externas y escenarios de intervención, mientras el reordenamiento global avanza con consecuencias impredecibles. Europa ve amenazado su enfoque civilizatorio y la región latinoamericana, su soberanía.

En sociedades lastimadas por desigualdades persistentes e incertidumbre cotidiana, emergen proyectos políticos que, en varios casos, abren paso a una ultraderecha que agrede derechos humanos que creíamos conquistados. En este contexto, la Inteligencia Artificial, la fragmentación informativa en redes sociales, la crispación pública y la polarización se vuelven desafíos centrales: moldean conversaciones, amplifican prejuicios y dificultan distinguir entre hechos, propaganda y emociones manipuladas.

Si el cuarto de siglo termina así, la pregunta es qué podemos hacer desde nuestro espacio de acción como ciudadanos. La tentación de quedarnos paralizados es comprensible; pero el inmovilismo tiene un costo: nos convierte en espectadores de fuerzas que terminan por absorbernos.

Frente a problemas globales no existe una salida individualista, pero sí una responsabilidad personal y comunitaria: fortalecer la cultura democrática, la dignidad humana y la convivencia en la vida diaria. Una forma concreta de aportar es poner en práctica diez acciones para 2026 que, sin resolver por sí solas la crisis del mundo, sí pueden mejorar la parte que habitamos:

1. Promover la lectura como práctica de libertad. Leer entrena la mente para comprender matices, construir criterio y resistir la desinformación. Una ciudadanía que lee es más difícil de manipular y más capaz de exigir rendición de cuentas.

2. Practicar el diálogo de verdad, no el debate para ganar. Dialogar es escuchar, preguntar y reconocer matices. También es saber poner límites a la agresión y no alimentar el odio y la humillación como entretenimiento social.

3. Apostar por la inclusión como hábito cotidiano. Incluir es garantizar participación real: en el lenguaje, en los espacios, en las oportunidades. La dignidad no se “concede”; se respeta y se protege.

4. Comprometerse con la no discriminación. La discriminación suele disfrazarse en la “broma” o la “costumbre”: aparece en el trato, en la contratación, en la escuela, en la calle. Reconocerla y corregirla —en uno mismo y alrededor— es una forma básica de justicia.

5. Defender la igualdad con hechos y reconocer las desigualdades históricas. Igualdad es trato digno y oportunidades reales: educación, salud, seguridad, salarios justos. En lo personal, se refleja al repartir responsabilidades, reconocer méritos sin sesgos y no tolerar abusos. Implica congruencia al considerar y actuar ante las oportunidades que no han sido equitativas a lo largo de la historia.

6. Erradicar el racismo y el clasismo. No son “opiniones”: son violencias que degradan y expulsan. Se combaten nombrándolos, no celebrando comentarios ofensivos y revisando prejuicios que se cuelan en lo cotidiano.

7. Practicar la solidaridad y la cooperación. La comunidad se sostiene cuando nos ayudamos: acompañar, organizar redes de apoyo, compartir información útil, participar en proyectos barriales. Cooperar vuelve a la sociedad más resistente ante crisis.

8. Apostar por la honestidad. Honestidad es cumplir acuerdos, reconocer errores, no hacer trampa, no aprovecharse del desconocimiento ajeno. La confianza social se construye con integridad cotidiana.

9. Cuidar una vida sana. La ciudadanía también se ejerce con el cuerpo y la mente: dormir, moverse, alimentarse mejor, atender la salud mental, pedir ayuda. Cuidarse no es egoísmo: es responsabilidad.

10. Respetar la identidad, los valores y a los otros. Respetar la identidad es reconocer el derecho de cada quien a ser quien es, a nombrarse y a vivir sin miedo. Respetar valores es convivir con diversidad sin imponer. El respeto permite disentir sin odiar y defender derechos sin deshumanizar.

Si algo enseña este cierre de cuarto de siglo es que la barbarie siempre empieza por lo cercano: por la mentira aceptada, el insulto normalizado, el prejuicio celebrado, la indiferencia cómoda. Por eso estos diez propósitos importan. Son una guía para sobrevivir sin endurecerse y para participar sin perderse. Porque incluso en un mundo en tensión, todavía podemos elegir ser útiles, ser justos y ser humanos. ¿Cuáles son tus propósitos para 2026?

Lectura sugerida: “La sociedad de la desconfianza” de Victoria Camps (Arpa)

Gracias, LGCH.

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