Chizhou es una ciudad china que pasó de uno a tres millones de habitantes en pocos años. La planificación y el diseño urbanístico de ese proceso, dirigido por el argentino Marcelo Vila, hoy es referencia global y buena muestra de una visión: “La arquitectura sirve para transformar la realidad, para mejorar la vida de la gente; cuando uno hace obra pública y de escala verifica que es posible hacer las cosas bien. Hay cierta trascendencia en la obra y eso es maravilloso”, postula este arquitecto profesor titular de la FADU-UBA, que construye, publica, expone y recibe reconocimientos tanto en la región como en el resto del mundo.
Vila no hace viviendas, por eso su propio refugio veraniego en La Pedrera es una oportunidad de acceder a su universo más íntimo. “Esta casa es un manifiesto: cuando llego acá, sé que estoy entrando en algo que me expresa entero en términos de pensamiento y de vida”, nos explica. “Elegí el terreno por la doble condición de sus visuales: de un lado, el campo uruguayo ondulado, vacas y una línea de eucaliptos; y del otro, un bosque de pinos que llega hasta el mar”.
De los seis módulos que componen el volumen, los dos centrales se destinaron al gran espacio de cocina, living y comedor, con dos galerías que rematan los extremos como expansiones naturales de los dormitorios.
Dos cajas blancas envuelven los placares de los dormitorios y, hacia el espacio central, contienen la heladera, los termotanques y otros artefactos, en una abstracción que genera vistas lo más limpias posible.


