Pedro Speroni está cerca de cerrar la extensa parábola que en la última década cambió para siempre su vida y lo transformó en uno de los realizadores del cine documental argentino con mayor reconocimiento local e internacional de los últimos años.
Después de Rancho (2021) y Los Bilbao (2023), Speroni está muy cerca de terminar Talía después de Talía, la conclusión de una trilogía dedicada a contar historias de vida surgidas de un mundo muy particular, el que tiene como protagonistas a personas privadas de su libertad y resueltas a rehacer su camino tras cumplir las condenas impuestas por la ley.
En los dos primeros largometrajes, que obtuvieron sendos premios en dos competencias del Bafici, la cámara de Speroni registró las vivencias de un grupo de convictos en una cárcel de máxima seguridad y de a poco se fue acercando a uno de ellos, Iván Bilbao, que pasó de ser uno de los participantes del film inicial para convertirse luego, una vez terminada su pena, en la figura central del segundo.
Ahora, para completar el círculo, la mirada de Speroni regresa al mismo mundo, pero desde una perspectiva femenina. Talía después de Talía sigue el recorrido vital de una joven que pasó ocho años en una prisión bonaerense y las situaciones a las que se enfrenta cuando queda libre y puede regresar a su hogar.
Speroni la conoció en los últimos dos años de su estada en la cárcel. Durante ese período nunca dejó de visitarla cada semana mientras se convencía cada vez más de que iba a ser la protagonista de su próxima indagación documental en este mundo.
El realizador se aseguró la buena disposición de las autoridades penitenciarias, que estaban al tanto del proyecto, pero no pudo conseguir un permiso o una autorización formal para filmar dentro de la cárcel.
Speroni nunca deja de recordar el momento en que todo empezó. Un día andaba buscando equipos para cumplir con algunos trabajos prácticos de la carrera de Imagen y Sonido que cursaba en la UBA cuando se detuvo a observar la fila de 300 mujeres que aguardaban el momento para ingresar al penal de Villa Devoto a la hora establecida para las visitas.
Hasta ese momento nunca imaginó que iba a entrar a una cárcel. Luego contaría una y mil veces que llevado por un impulso difícil de explicar racionalmente se propuso volver una y otra vez a esa lugar.
Cuando consiguió por fin ingresar y ganarse después de un tiempo la confianza de un grupo de convictos, supo por primera vez que iba a ser director de cine cuando quedó en medio de una pelea entre presos de una cárcel de máxima seguridad. Después llegaron Rancho, Los Bilbao y ahora esta tercera película protagonizada por una mujer.
“Cuando Talía estaba por salir en libertad le propuse hacer una película con su vida a partir de ese momento –le cuenta Speroni a LA NACION-. El día que dejó la cárcel la esperé en la puerta y nos fuimos caminando hasta Fuerte Apache, donde vive su familia. Fueron cinco o seis horas de caminata que terminaron cuando apareció en la casa y sorprendió a toda su familia”.
El realizador, que estaba en ese momento con su cámara y un equipo de sonido, logró registrar en tiempo real el momento del reencuentro entre Talía y su madre. “A partir de ese momento no dejamos de filmar. Fueron casi dos años junto a Talía, mostrando su vida fuera de la cárcel y cómo trata de encontrar de nuevo un lugar en el mundo. Ella me cuenta cómo extraña a sus compañeras de prisión y también cómo la reinserción social le resulta muy difícil, sobre todo porque las propuestas que recibe la pueden poner de nuevo en un lugar al que no quiere volver”, apunta Speroni.
La historia sigue cuando Talía conoce a un hombre y se enamora de él. “En ese momento decide apostar al amor como refugio y también como una manera de sobrevivir frente a un ambiente hostil. Ella no quiere robar, no quiere volver a delinquir. Esta tercera película se va a enfocar en el vínculo familiar entre Talía y su madre, el contacto con las antiguas compañeras de la cárcel, la falta de oportunidades que encuentra al salir de la cárcel y la tentación que todo el tiempo aparece en los barrios para volver al delito. Pero ella no quiere de nuevo esa vida”, agrega.
Talía después de Talía siguió un camino parecido al de las dos películas previas de Speroni, acercándose durante distintos tramos de su pre-producción a algunos de los puntos de encuentro del cine documental de mayor relevancia como el IDFA Forum, con sede en Ámsterdam. Allí fue seleccionado entre los proyectos en desarrollo de la última temporada mientras avanzan las conversaciones con otros espacios europeos de la misma especialidad que faciliten todo el proceso de producción.
Quienes vieron los trabajos previos de Speroni destacaron especialmente la destreza y el talento del realizador para atrapar con su cámara momentos de la vida cotidiana de un grupo de presos en la cárcel (o lo que pasa con ellos cuando recuperan la libertad) con una cercanía y una franqueza pocas veces vistas en el cine documental de nuestro país.
Ahora se propone con su tercera película hacer lo mismo siguiendo los pasos de Talía. “Pude filmar escenas impresionantes en los pasillos imposibles de algunas villas –adelanta-. Ella parece muy dura, pero detrás de esa coraza hay gestos humanos tremendos y una persona extraordinariamente sensible”.
También imagina cuál podría ser el final del relato, cuyo estreno todavía no tiene fecha: “La veo superando la adversidad y encajando de nuevo en esta sociedad de una manera mucho más leal. Está buscando un hijo junto a su pareja, Leo, que también pasó por la cárcel. Los dos tienen vidas muy duras”.
El siguiente paso de Speroni es su primer relato de ficción, que está preparando junto al guionista Martín Caamaño, que viene de trabajar en Eureka con Lisandro Alonso. “Voy a seguir con la misma temática –concluye-, pero desde otro costado social, hablando de temas como el poder, la Iglesia y las relaciones familiares”.

