La ciudad de Buenos Aires avanzó con una prohibición total del uso de pirotecnia con “efecto audible” en todo su territorio, con el objetivo de disminuir los daños que el estruendo provoca en menores de edad, adultos mayores y personas con autismo, como también en animales y el ecosistema urbano.
La decisión, impulsada por el jefe de Gobierno Jorge Macri, amplía una restricción que hasta ahora se aplicaba solo en áreas puntuales —como hospitales y reservas ecológicas— y establece un nuevo criterio general: la Ciudad pasa a ser, de manera integral, una “zona calma” libre de artificios con efecto audible.
El anuncio se conoció a través de un mensaje publicado por Macri en la red social X, donde detalló los fundamentos de la medida. “La pirotecnia sonora afecta la salud de personas mayores, personas con TEA y bebés. Además, provoca daños a los animales y al ecosistema. Esta decisión también responde a un pedido que escuchamos de forma recurrente en las reuniones de vecinos”, escribió el mandatario.
La resolución instruye a la Agencia de Protección Ambiental (APRA) a adecuar la normativa vigente, y a establecer controles sobre el uso de artificios pirotécnicos y de estruendo.
En ese marco, el primer artículo declara a la Ciudad “zona calma libre de pirotecnia” y prohíbe expresamente cualquier elemento con "efecto audible“. En tanto el cuarto artículo de la normativa extiende la prohibición a todos los eventos y espectáculos organizados por el sector público porteño.
Hasta ahora, la regulación vigente —dictada en 2020— delimitaba radios de 100 metros alrededor de espacios sensibles, como las reservas ecológicas Costanera Norte y Sur, el Lago Lugano, el Ecoparque y los hospitales. Con la nueva disposición, esa lógica de excepción queda atrás y la restricción se extiende a cada barrio y comuna de la Ciudad sin distinción.
Desde el gobierno porteño sostienen que el impacto del ruido excede la incomodidad momentánea. La pirotecnia sonora puede generar crisis en personas con trastornos del espectro autista, afectar a bebés y adultos mayores, y provocar episodios de estrés severo en animales domésticos y silvestres. Además, señalan que los residuos de estos artificios contribuyen a la contaminación ambiental.
Este sábado, la legisladora porteña y exvocera del jefe de Gobierno, Laura Alonso, explicó la decisión en diálogo con Radio Mitre y puso el foco en la vida cotidiana en la Ciudad. “Tenemos 500.000 perros y 360.000 gatos en hogares porteños. Estamos hablando de una ciudad que tiene elevados niveles de ruido, que por momentos se vuelve agotadora. Queremos transitar hacia una ciudad más calma, que nos facilite la vida y que proteja a las personas, a los animales y al ecosistema porteño de la contaminación que genera este tipo de pirotecnia ruidosa”, afirmó.
Alonso remarcó que la prohibición no alcanza a los fuegos artificiales sin sonido ni a los elementos luminosos. “Todo lo que sea ruido es lo que se prohíbe. Se pueden utilizar fuegos de luces o espectáculos sin estruendo. No hay una prohibición a las estrellitas ni a los juegos de luces. En grandes eventos también existen alternativas visuales que no generan impacto sonoro”, aclaró. Y subrayó el carácter crucial de la medida: “Este es un cambio histórico, porque antes solo había zonas calmas alrededor de hospitales o reservas ecológicas”.
La normativa contempla, no obstante, algunas excepciones puntuales. Quedan excluidos de la prohibición los artificios utilizados para emitir señales de auxilio, aquellos destinados a las Fuerzas de Seguridad y Defensa Civil, y los casos en los que su uso resulte estrictamente necesario por razones operativas o de seguridad.
Desde el Ejecutivo porteño remarcaron a LA NACION que la medida se apoya también en el marco constitucional local. El artículo 26 de la Constitución porteña establece que “el ambiente es patrimonio común y toda persona tiene derecho a gozar de un ambiente sano, así como el deber de preservarlo y defenderlo, en provecho de las generaciones presentes y futuras”. Bajo ese principio, la prohibición de la pirotecnia sonora busca modificar prácticas arraigadas y avanzar hacia una convivencia urbana con menos ruido y mayor cuidado del entorno.

